No hubo aire acondicionado ni sillas con respaldar. Este domingo, el concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar dirigida por el maestro Gustavo Dudamel fue en el corazón de un barrio caraqueño que latió como nunca al compás de la música académica.
A las 3:00 de la tarde en la Calle Independencia de la Parroquia La Vega era imposible conseguir un sitio libre donde apostarse para disfrutar del concierto promovido por la alcaldía de Caracas para celebrar el mes de la ciudad. Ni pensar en ubicarse en algún balcón, azotea o muro aledaño porque todos estaban ocupados por la gente que desde tempranas horas había apartado su palco improvisado.
“Bienvenidos nuestro orgullo nacional” rezaba una de las cientos de pancartas que pendían entre las edificaciones para recibir a los jóvenes músicos, quienes contrastaban el negro de sus vestimentas con el tricolor nacional de sus gorras, accesorio necesario para leer la partitura de los atriles en medio del cálido sol que bañó el lugar tras un copioso aguacero.
Con un repertorio que puso a bailar a los asistentes con el “Mambo”, a corear con vehemencia el “Alma Llanera” y “Venezuela”, a ovacionar la “Fuga con Pajarillo”, a disfrutar del “Danzón Nº 2” y la “Caballería Ligera” e incluso entonar las notas del Himno Nacional guiados por las manos del joven director, quien en repetidas oportunidades hizo reverencia al padre del Sistema de Orquestas, José Antonio Abreu, sentado en una esquina del escenario desde donde acompañó con aplausos la fiesta musical.
“Es algo demasiado hermosos que yo nunca había visto”, decía con lágrimas en los ojos Yuleisy Ramos quien a sus escasos 11 años y en medio del concierto le pidió a su madre que la inscribiera lo más pronto posible en una orquesta “para saber que se siente tocar con Dudamel”.
Y es que les costó irse del lugar. “¡Otra, otra, otra!”, gritó el público cuando el director intentó dejar el estrado tras despedirse, pero la petición de los asistentes fue tan vehemente que Dudamel volvió al escenario para repetir el solicitado “Mambo”, pieza los ejecutantes bailaron, algunos con destreza y otros no tanto, mientras un enjambre de cámaras se alzaba entre la multitud para documentar el acostumbrado “bochinche” de la orquesta.
Al finalizar la ejecución, los músicos recibieron los vítores de los habitantes de La Vega quienes agradecieron la presencia de la orquesta regalándole su director la bandera de Venezuela que durante 17 años había pertenecido a la comunidad, gesto que fue correspondido por los jóvenes lanzando al público sus gorras y medallas con el tricolor patrio.
A la salida del evento, más de uno se saltó la seguridad para saludar, pedir un autógrafo o hasta sacarse una foto al lado director venezolano, quien aseguró que el inédito evento continuaría realizándose en otras comunidades del país.
“Este es el comienzo de una serie de conciertos en las diferentes comunidades, no solamente de Caracas sino en el interior del país. Este es un proyecto artístico y social que busca a través de la música darle un camino de fe y esperanza a niños y jóvenes”.